Artículo
publicado en la revista Ecologista,nº 73, verano 2012
El
oscuro futuro del deporte blanco. Estaciones de esquí
Mariano
Polanco (Miembro de Ecologistas en Acción Sabiñánigo, esquiador y
habitante de la montaña).
Los
paisajes de montaña se formaron con una gran lentitud y atesoran
demasiada belleza y valor como para ser destruidos o degradados del
modo en que lo estamos haciendo. La industria del esquí y sus
desmesurados desarrollos urbanísticos son en buena parte
responsables de esta situación.
El
sector del esquí acaba de sufrir otro duro revés al final de una de
las peores temporadas de las últimas décadas por falta de nieve y
agotamiento del insostenible modelo por el que han optado la mayoría
de las estaciones. Hace siete años, en el IV Congreso Mundial de
Turismo de Nieve y Montaña, los expertos de todo el mundo
advirtieron del agotamiento del patrón del negocio del esquí y una
de las voces más pesimistas fue la de su secretario general,
Francesco Frangialli, que aseguró: “El negocio
de
la nieve tira piedras a su propio tejado al mantener el modelo
actual”.
Cañones
contra el cambio climático
La
complicada situación vigente es el resultado de una imprudente y
precipitada huida hacia adelante tratando de tomar ventaja a unas
condiciones meteorológicas y económicas cada vez más
desfavorables. La ostensible disminución de precipitaciones de nieve
se ha tratado de paliar con costosísimos sistemas de innivación
artificial, pero las crecientes adversidades van desbordando las
capacidades de los cañones de nieve, el aumento de las temperaturas
reduce su utilización y otras veces funde en pocas horas la nieve
producida con un alto coste energético y ambiental. Estos
equipamientos requieren
de
enormes balsas de acumulación y de captaciones de agua en los cursos
de los ríos de montaña provocando impactos y deteriorando su zona
más frágil y vulnerable además de alterar el ciclo hidrológico en
la alta montaña.
La
costosa inversión y el alto gasto de funcionamiento está empezando
a ser un lastre en vez de una solución y además las perspectivas
climáticas son muy hostiles. Jean Paul Ceron, del Centro de Derechos
Ambientales de la Universidad de Limoges, advierte de que esas
millonarias inversiones podrían quedar en nada si el cambio
climático sigue desbordando las predicciones. Caso paradigmático ha
sido el incendio del pasado marzo en el Valle de Castanesa (Pirineo
aragonés) en el que las llamas subían quemando pastizales hasta las
cumbres a 2.600 metros de altura y luego descendían por los valles
contiguos. Resultaba desolador contemplar que donde hace años se
acumulaba la nieve, el fuego calcinaba los pastos de montaña.
Incluso así el Gobierno de Aragón mantiene el propósito de
desarrollar una inviable y megalómana estación de esquí con
macroedificios en collados a 2.300 m de altura y pretende construir
4.000 viviendas en un valle habitado por menos de 100 vecinos.
El
binomio nieve-ladrillo
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Construcción
de un aparcamiento en Formigal,
inicialmente previsto para 3.000
plazas,
la desestabilización de la ladera lo redujo
a 1.200.
|
A
las hostiles condiciones meteorológicas se ha sumado el equivocado
modelo seguido, que ha depositado en el insostenible binomio
nieve-ladrillo todas las proyecciones a futuro. Las estaciones de
esquí son empresas deficitarias, que han sustentado su financiación
con la urbanización de zonas periféricas recalificadas de rústicas
a urbanizables. Esta prebenda está indisolublemente asociada
a la concesión del aprovechamiento, para el esquí, del monte
público. Agotada la superficie edificable, la crisis estaba
asegurada, pero las Administraciones han ido colaborando con la
ampliación de estas zonas o la hipertrofia urbanística de los
pueblos del entorno.
La
faceta más oscura se ha manifestado cuando las Administraciones
autonómicas –sobre todo el Gobierno de Aragón– han tomado bajo
su tutela estas empresas, protagonizando los peores ejemplos de
especulación urbanística y la adopción de tipos de estaciones de
esquí tremendamente destructivas. En vez de adaptar los proyectos al
relieve de las montañas, se ha optado por intervenir de forma
devastadora, desfigurando la montaña y desestabilizando laderas con
un coste y destrucción ambientales irrecuperables. La misma
administración que promueve estas actuaciones es la que rige todo el
procedimiento de evaluación ambiental de los proyectos, con lo que
el resultado positivo está garantizado, con algún irrelevante
recorte. La artimaña ya es vieja y muy conocida: “Proyecta una
monstruosidad para que te autoricen una barbaridad”. Y con esta
simpleza la autoridad ambiental intenta un imposible lavado de cara.
Al
destrozo paisajístico y ambiental habría que añadir el
patrimonial. En el Pirineo aragonés, un espantoso edificio de
apartamentos, hunde sus cimientos en el yacimiento del monasterio
medieval de Santa Cristina de Somport y varios monumentos megalíticos
han sido afectados en su estructura o con la degradación del
entorno.
Además,
con la connivencia de casi todas las Administraciones, las estaciones
de esquí existentes, sus ampliaciones y las proyectadas, han
disfrutado de unos inexplicables privilegios para sortear todos los
impedimentos legales, ya sean urbanísticos, ambientales o de
cualquier otra índole. Desgraciadamente en el tema que nos ocupa la
práctica de los hechos consumados ha sido una conducta
practicada con prepotente frecuencia. Hasta tal punto que las
Administraciones ante sentencias contrarias de los tribunales, han
llegado a
modificar
leyes de protección ambiental para tratar de emplazar instalaciones
de esquí en Parques Naturales, descatalogando zonas de alto valor
ecológico, dando cobertura a maniobras de especulación urbanística
que son el auténtico fin de la iniciativa. El proyecto de estación
de esquí de San Glorio en las montañas cantábricas es el paradigma
de estas prácticas. Pero más lamentable es el caso de Port Ainé,
una estación que vivió un proceso parecido y que creó polémica
desde su apertura debido a que se instaló en una zona de máximo
interés ecológico que albergaba una importante población de
urogallo: cuando su situación económica llegó a ser inviable el
Instituto Catalán de Finanzas acudió en su socorro; y cuando no
pudo hacer frente ni a los intereses de los créditos concedidos, la
Generalitat tuvo que hacerse cargo de ella.
A
cargo del contribuyente
Las
estaciones más deficitarias regidas por empresas privadas suelen
contar con injustificables créditos otorgados por entidades
administrativas. Cuando les resulta imposible afrontar la
amortización y llegan al colapso económico son integradas en
empresas públicas, soportando los ciudadanos las deudas acumuladas,
los gastos de explotación y los costos de renovación de
equipamientos. La Generalitat de Cataluña se ha hecho cargo de las
deficitarias estaciones de Port Ainé, Espot, Vall Nuria y La Molina,
y actualmente son gestionadas por la empresa pública Ferrocarrils de
la Generalitat de Catalunya, Rassos de Peguera tuvo cerrar hace más
de nueve años y la de Llesuí hace 24. Boí Taüll, que acumula una
deuda superior a los 45 millones de euros, de los que 7,5 pertenecen
al Institut Català de Finances (ICF), se ha declarado en concurso de
acreedores y ha iniciado un ERE para sus 90 trabajadores. Conocedor
de los hechos, el delegado de la Generalitat en el Pirineo, Albert
Alins, ha manifestado que si no sale un gestor privado, el Gobierno
de CiU no permitirá que la estación cierre definitivamente. Además,
Josep Ramon Sanromà, consejero delegado del ICF, presiona al juez
para que resuelva el proceso concursal antes del próximo mes de
octubre, al tiempo que admite que la gestión de la estación puede
ser pública. En estas cuestiones Cataluña no es un caso único,
estos asuntos se repiten por el Sistema Central, Aragón y la
Cordillera Cantábrica.
En
otros casos las Administraciones han creado opacas sociedades de
capital público y régimen de empresas privadas, para manejar la
quimera del esquí-urbanismo, abanderando la especulación en la
montaña. La empresa Aramón en Aragón es el más desafortunado
ejemplo de esta práctica: con una deuda de 95 millones de euros y
una pérdida de 20 millones en la temporada pasada, se encuentra en
una situación crítica. El final de la burbuja inmobiliaria y la
crisis han puesto en una situación muy comprometida a estas
sociedades, que malviven con inyecciones anuales de millones de
euros, arrastrando tremendas deudas y anunciando drásticas
reducciones de plantillas. Una auditoría de sus cuentas revelaría
cosas inauditas.
Pero
en algunos valles se han extraído conclusiones, como en el Vall de
Boí, donde de cara al futuro se antepone la rentabilidad de los
espacios naturales protegidos frente al esquí. De hecho, empresarios
y alcaldes de la zona prefieren el Parque Nacional de Aigües Tortes
respecto la estación de esquí de Boí Taüll. La comarca vecina del
Pallars, que no es ajena al fenómeno, ha pedido a la Generalitat la
ampliación en un 25% de superficie del parque en su zona.
Ecologistas
en Acción no está radicalmente en contra del esquí y reconoce la
dinamización socioeconómica que supone para algunos valles, pero
creemos que ha llegado el momento de replantear sosegada y
responsablemente cambios en el modelo, que se establezcan los límites
y que se redimensione como una actividad complementaria en la
necesaria diversidad económica de las montañas.
Es un hecho que por las meras connivencias de las administraciones en estos fastos de carácter delictivo: contra toda norma técnica, científica y ética; hemos de decir que el estado ha fracasado. El estado español a través de sus instituciones (administración en general) con el dinero disponible de nuestras rentas no ha sido competente en defendernos y mucho menos en protegernos...Ha sido un holding del sistema neoliberal vigente. A los hechos nos remitimos.
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